Protesta de Greenpeace ante Volkswagen. |
El Gobierno de Angela Merkel quiere más y es capaz de todo hasta conseguir sus objetivos. Se trata de suavizar el drástico recorte hasta 95 gramos de dióxido de carbono por kilómetro recorrido previsto para 2020. La situación ideal para la industria automovilística alemana era retrasar ese objetivo con algunos escalones previos. Para conseguirlo ha optado por un camino lateral que consiste en el canje de vehículos ecológicos por otros que sobrepasen los objetivos de CO2.
Se trata de los llamados supercréditos. En la propuesta rechazada, la venta de un coche con unas emisiones de hasta 50 gramos de CO2, es dcir, un eléctrico o híbrido enchufable, daba derecho a vender dos coches contaminantes en 2020, 1,67 en 2021, 1,33 en 2022 y 1 en 2023. La patronal alemana de fabricantes de automóviles VDA toma como referentes las regulaciones en los países competidores, que son más laxas.
El primer fabricante europeo de automóviles hace valer su peso industrial y político para atraer a más aliados con el sonido de su flauta. Incluso los fabricantes franceses parece que han dado la espalda a su Gobierno y se han alineado con sus competidores alemanes. Los acuerdos de cooperación entre Renault y Daimler y PSA (Peugeot-Citroën) y Opel han sido probablemente decisivos.
De momento, el Gobierno de François Hollande sigue su línea de firmeza con los objetivos de CO2 al saber que las marcas francesas tendrán más fácil alcanzar su cumplimiento.Lo mismo sucede con Italia y Fiat.
El poder del flautista de Berlín es grande, como demuestra la diferente sensibilidad de Greenpeace en diferentes países. La reacción de Greenpeace a nivel interncional y en España de crítica frontal contrasta con la posición de tibieza y comprensiva de la organización ecologista en Alemania con la fórmula de los supercréditos. Grennpeace Alemania firmó un acuerdo de paz con Volkswagen en marzo pasado tras jugar al gato y al ratón con protestas en las presentaciones y actos públicos de la marca.
El primer fabricante europeo de automóviles hace valer su peso industrial y político para atraer a más aliados con el sonido de su flauta. Incluso los fabricantes franceses parece que han dado la espalda a su Gobierno y se han alineado con sus competidores alemanes. Los acuerdos de cooperación entre Renault y Daimler y PSA (Peugeot-Citroën) y Opel han sido probablemente decisivos.
De momento, el Gobierno de François Hollande sigue su línea de firmeza con los objetivos de CO2 al saber que las marcas francesas tendrán más fácil alcanzar su cumplimiento.Lo mismo sucede con Italia y Fiat.
El poder del flautista de Berlín es grande, como demuestra la diferente sensibilidad de Greenpeace en diferentes países. La reacción de Greenpeace a nivel interncional y en España de crítica frontal contrasta con la posición de tibieza y comprensiva de la organización ecologista en Alemania con la fórmula de los supercréditos. Grennpeace Alemania firmó un acuerdo de paz con Volkswagen en marzo pasado tras jugar al gato y al ratón con protestas en las presentaciones y actos públicos de la marca.
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