La imagen de marca es algo difícil de conseguir. Para lograr notoriedad entre los consumidores hay que invertir mucho dinero y durante mucho tiempo. Esa regla general del marketing tiene su propia adaptación en el sector del automóvil, en el que los rankings de reconocimiento, percepción y confianza en una marca son los pilares del mercado. Por eso, cada vez hay más fabricantes que deciden cultivar la cantera de sus futuros clientes desde la infancia con coches de juguete.
La última en incorporarse a esta tendencia ha sido Peugeot, que empezará a vender réplicas de modelos clásicos en los que los pequeños pueden subirse y correr impulsándose con sus pies. Algunas marcas premium ya disponen desde hace tiempo de modelos a escala para que sus clientes adultos introduzcan a sus hijos en su órbita de influencia. Tesla también se ha sumado a la tendencia con pequeños modelos S con los que alimentar la imagen glamurosa y aspiracional que quiere proyectar su fundador, Elon Musk.
Las marcas de automóviles han tenido la ayuda inesperada de los fabricantes de juguetes, que han optado por extender los coches eléctricos a escala de los reales. Están a la venta en jugueterías y como servicio de alquiler para niños en centros comerciales con modelos de una similitud asombrosa que cuida todos los detalles, especialmente los más distintivos de las marcas. Esos pequeños pueden convertirse en el futuro en clientes de las marcas con las que jugaron en su infancia, ya sea porque se les quedó grabado el recuerdo o por las múltiples fotos y vídeos que podrán contemplar de mayores. Y además, mientras que El niño llega a la edad necesaria para ir por su cuenta a un concesionario de coches, puede convertirse en un potente ´influencer´ sobre sus padres en el momento de decidir qué coche se compra la familia.
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