De nada le sirvió al presidente de Volkswagen, Martin Winterkorn, anunciar un nuevo récord de reducción de emisiones de CO2 (85 gramos por kilómetro) en el nuevo Golf. El show de presentación de la nueva generación del Golf en el Salón del Automóvil de París no se libró de la larga sombra de Greenpeace que le persigue desde hace meses.
La acción de protesta se convirtió en un botón de muestra de los malos humos que se gastan en el sector del automóvil. "Gracias a los colegas de Greenpeace por darnos este complemento a un modelo eficiente como el Golf", destacó el speaker de la presentación ante miles de periodistas de todo el mundo en relación con el despliegue de una pancarta desde la galería de servicio del techo.
El aparente buen rollo que daba pie a especular con que la acción fue pactada se rompió al final del acto cuando varios activistas del grupo ecologista lanzaron una bomba de humo junto a un Golf que rodearon con pancartas con el lema de Volkswagen nos ahúma". Fueron literalmente arrollados por el servicio de orden.
"La han tomado con nosotros por ser los líderes de Europa", replicaban fuentes del grupo Volkswagen, que se han convertido en el blanco de una campaña global de Greenpeace con el lema del lado oscuro de la marca y estética de la Guerra de las Galaxias.
Al margen de las formas de protesta, Greenpeace tiene razón cuando asegura que la crisis no se puede convertir en una excusa para ser menos exigentes en el grado de contaminación de los vehículos. La Asociación Europea de Fabricantes (ACEA) ha puesto en marcha sus armas de presión y disuasión para rebajar unos objetivos de emisiones de CO2 que considera "un gran desafío"y "los más duros del mundo".
Según los fabricantes, el listón de los 95 gramos de promedio en el 2020 (frente a 136,6 registrados en el 2011) perjudicará la competitividad de la industria europea en un momento en que la mayor parte de las marcas sufren pérdidas.
O no lo entienden o no lo quieren entender. El camino de la mejora de la eficiencia energética y la reducción de las emisiones de gases emprendido por el sector de la automoción no es moneda de cambio, forma parte del negocio del automóvil. Y más en un momento como el actual en que se venden más coches pequeños de bajas emisiones aunque, es cierto, con menos margen comercial.
Sin embargo, si no cambian las cosas es muy probable que ACEA se salga con la suya, al igual que sucedió en la anterior ocasión en que la Comisión Europea aceptó definir los primeros objetivos de contaminación para calcularlos con promedios de la flota. Eso permite que, junto al Golf de 85 gramos, el grupo Volkswagen presuma de producir un bólido como el Bugatti Veyron que escupe 539 gramos de dióxido de carbono por kilómetro.
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