¿Cuál es el secreto del éxito de la industria china? Un vistazo a una de las últimas fábricas inauguradas en el país nos da una pista de la clave del factor de competitividad. En el área de soldadura de las carrocerías de la fábrica de Renault en Wuhan (China), varios centenares de empleados protegidos con gafas, delantales, cascos, gafas y botas aplican puntos de soldadura en varias piezas metálicas con unos pesados cilindros sostenidos por contrapesos. Se trata de una escena que hace muchos años que ha desaparecido de las factorías occidentales debido a la sustitución de los operarios por un enjambre de soldadores robotizados incansables. Los números cantan y no entienden de nacionalidades.
Con lo que cuesta un robot para una fábrica, ente 100.000 y 300.000 euros, es posible pagar el sueldo de todo un año de 15 a 30 operarios de una ciudad del centro de China como Wuhan. En este caso, para determinadas actividades sale más a cuenta para una empresa llenar una nave de obreros en lugar de plantar un bosque de brazos robotizados.
Aunque las factorías chinas han avanzado mucho en cuanto a automatización desde las primeras plantas de confección de ropa con abundante mano de obra, todavía tienen un amplio margen de inversión en robots a medida que los salarios vayan subiendo y el Gobierno chino lo permita. Eso último parece difícil de imaginar ahora mismo cuando la economía china se desacelera y aumenta el desempleo. La mejora de las condiciones de trabajo de los empleados chinos también presionará para automatizar algunas tareas si tienen capacidad de presión en un país hipercontrolado y con cortafuegos para determinadas aplicaciones o webs.
Para mi sorpresa, en una reciente visita a la fábrica de Nissan en la Zona Franca comprobé que había un pequeño grupo de operarios realizando los mismos trabajos de soldadura manual que sus colegas chinos. Frank Torres, nuevo vicepresidente europeo, me tranquiliza al asegurar que se trata de una actividad temporal con fines formativos para los nuevos 300 empleados contratados.
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