El modelo eléctrico Zoe. FOTO: RENAULT |
Sin embargo, no da igual porque la situación es muy diferente. Volkswagen engañó y mintió a los consumidores y a las autoridades de todo el planeta de forma deliberada al instalar una trampa expresamente prohibida por la ley para esquivar los controles de laboratorio. En el caso de Renault, el exceso de gases se debe más a un problema de eficiencia del motor de algún modelo y no una manipulación premeditada. Así lo ha dicho, aunque tarde y mal, la ministra de Ecología francesa, Ségolène Royal.
El 'Renaultgate' es un anticipo de lo que le puede pasar a un gran número de marcas por no decir a todas porque es imposible que las pruebas hechas en condiciones de tráfico real den como resultado un nivel de emisiones igual al que se obtuvo en las pruebas de homologación. Cualquier técnico lo explica con claridad al advertir de que la desviación de resultados de las emisiones entre el banco de pruebas del laboratorio y las mediciones hechas en la carretera son mucho más altas en el caso de los motores de gasóleo por el comportamiento de ese carburante cuando se pisa el acelerador o en condiciones adversas.
Renault ha anunciado ahora que prepara un plan para reducir las emisiones de sus vehículos. Es positivo, aunque quizá un poco tardío. Renault y el resto de marcas no se pueden limitar a cruzar los dedos y esperar que las pruebas dinámicas que están haciendo todos los gobiernos europeos no llamen su atención. ¿No sería mejor anticiparse y admitir que sus coches emiten más de lo declarado y convertir el problema en una oportunidad de mejora?
La marca francesa, en la que el Estado francés tiene casi el 20% del capital, intenta pasar página y alcanzar este año otro récord de ventas después de vender 2,8 millones de vehículos en 2015, un 3,3% más. Y acabar como líder en el mercado europeo de coches eléctricos. Es una buena tarjeta de presentación.
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