He pasado de la rabia y la impotencia a la esperanza y la satisfacción en unos segundos. El tiempo transcurrido entre ver que el parachoques de mi coche estaba colgando por el golpe que le propinó mientras estaba aparcado un conductor sin escrúpulos que se dio a la fuga y comprobar que un buen samaritano me había dejado una nota identificando al culpable.
"He visto quién te ha dado el golpe", aseguraba el ciudadano delator, que a continuación me informaba en la nota del modelo y la matrícula del vehículo cuyo propietario impactó con el mío. Es la esperanza de ver que alguien se indignó con la acción del conductor a la fuga y se tomó la molestia de anotar la matrícula y dejar una nota.
Esa nota cambia mi situación porque paso de tener que afrontar el coste de la reparación con el margen de la franquicia de mi seguro a tener un contrario a quien imputar los gastos del taller y, en consecuncia, sin perder bonificación en mi póliza. "A pesar de todo has tenido suerte de que alguien haya identificado al culpable", aseguró el mecánico del taller al que llevé mi coche.
En un momento en que proliferan los incívicos y los desesperados sin seguro, los buenos samaritanos son más necesarios que nunca. Por eso habría que fomentar incluso su papel con campañas como la de inculcar el civismo en los niños de Fuenlabrada e incentivos como descuentos en sus seguros de automóviles por conducta ejemplar. Y, en sentido contrario, cuando la Guardia Civil identifique al incívico ante el requerimiento de mi aseguradora, debería ser penalizado con un recargo extra en su póliza como mínimo, extendiendo así el castigo que supone la pérdida de puntos por huir tras causar un accidente o presenciarlo.
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