Por un día, el rey español se bajó del Mercedes y el Audi y se subió a un Citroën. Aunque fue en París. El viaje oficial de Felipe VI a París fue un spot de un icono francés.
Pero en Francia, los coches oficiales tienen que ser made in France y por ello Hollande alterna en periodos sucesivos Citroën y Renault. Del Renault Vel Satis pasó al Citroën DS5. En Francia, al igual que en Alemania e Italia, el apoyo a la industria local se visualiza con coches oficiales fabricados en sus países.
Los altos cargos usuarios de Audi y Mercedes se aferran a que también apoyan la industria local puesto que son marcas que pertenecen a grupos con fábricas en Vitoria (furgonetas) y Pamplona y Martorell (utilitarios y compactos). El problema parece ser que la gama de vehículos producidos aquí no responde a las necesidades de imagen institucional / ostentación que buscan, aunque ellos aleguen que se trata de un problema de falta de espacio y utilidad.
Estos males tienen cura. Bastaría con que el rey cambiara su coche oficial por un coche made in Spain, como un Ford Mondeo (de próxima producción en Almussafes) o una Mercedes Vito o un Nissan Pathfinder. Su ejemplo se transmitiría en cascada hacia políticos y empresarios que de esta forma sí que actuarían como auténticos alemanes, franceses o italianos.
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