La cancillera Angela Merkel propuso un juego a los directivos de los fabricantes de automóviles en la inauguración del Salón de Frankfurt. Se trataba de encontrar las diferencias entre su discurso y el que pronunció el presidente de la Asociación Alemana de Fabricantes (VDA). Merkel regaló los oídos de los directivos alemanes con el discurso que querían escuchar: una defensa sin fisuras de la industria germana y de sus reivindicaciones de suavizar las exigencias medioambientales de la Comisión Europea.
Merkel durante la inauguración del Salón. IAA |
En su intervención ante la flor y nata del poderoso sector industrial, Merkel defendió un "equilibrio razonable" entre desarrollo económico y respeto al medio ambiente para no poner en peligro miles de empleos en Alemania ante el intento de la Comisión Europea de imponer un límite de emisiones de CO2 que considera demasiado exigente y a mucha distancia de los requerimientos de los principales competidores asiáticos y norteamericanos.
También plantó cara al intento del Gobierno francés de poner trabas a las marcas alemanas aplicando al pie de la letra una directiva comunitaria que prohíbe el uso de un gas contaminante en el aire acondicionado. Mercedes ha sido víctima de ese veto y tuvo que suspender las ventas de algunos modelos durantes algunos meses. Merkel apeló a los buenos resultados de la colaboración entre las empresas francesas y alemanas para intentar rebajar tensión.
En el mismo acto, el presidente de VDA, Matthias Wissmann, advertía del riesgo del camino emprendido por Bruselas al exigir una emisión media de 95 gramos de CO2 en 2020 para los nuevos modelos que los alemanes consideran que benefia a sus co petidores franceses e italianos. Por ello reclama que los coches eléctricos generen un factor corrector más importante para que una parte de los turismos, los deportivos y coches de alta colidranda, no perezcan atrapados por la norma.
Esa norma se encuentra paralizada en la UE por el veto de Alemania, que exige más manga ancha. La candidata a la reelección en la cancillería mantuvo su pacto de sangre con el automóvil a pocos días de las elecciones.
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