Parafraseando la célebre frase de los monarcas que se alinearon con el despotismo ilustrado de todo para el pueblo pero sin el pueblo, el Govern de la Generalitat ha llevado a cabo un proyecto del y para el automóvil pero sin contar con el automóvil. Un ejemplo de política industrial equivocada. Los estatutos del consorcio del Centro de Formación Profesional de la Automoción de Cataluña son claros al respecto: mayoría para los representantes de la Generalitat, presidente del Govern y con voto de calidad, minoría para el cluster de automoción, presencia simbólica del Ayuntamiento de Martorell y gran ausencia del Ejecutivo central a pesar de pagar un tercio del coste del proyecto.
La gran damnificada de la jugada de Artur Mas es Seat. Su vicepresidente de recursos humanos reconoció hace unos días que tenían aspiraciones de dirigir el centro y aportar su experiencia en FP dual y en la fabricación de coches. Esa era probablemente la idea con la que se empezó a gestar el proyecto con el Gobierno tripartito de José Montilla y la consellera Mar Serna, que habían diseñado una fundación como formato para gestionar el centro. Si bien es cierto que los recelos entre Seat y Nissan también han tenido un papel importante en la gestación del centro.
Ahora, además del consorcio en el que el sector es poco más que un convidado de piedra habrá un consejo asesor de agentes sociales y económicos con un papel no vinculante, tal como dejan claro los estatutos. Quizá por eso el presidente del Cluster del Automóvil y exdirectivo de Seat y Ficosa, Vicenç Aguilera, destacó en la inauguración la importancia de tener "un piloto y un equipo" para el nuevo Fórmula 1 que supone el centro de formación.
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