Como cada cuatro años, las elecciones sindicales de Seat se han convertido en unas plebiscitarias del sindicalismo. Los casi 14.000 trabajadores de la filial de Volkswagen han dado un veredicto que aleja a Seat del modelo sindical del todopoderoso IG Metall que reina en las fábricas alemanas de la multinacional.
Es cierto que UGT mantiene su mayoría absoluta en el comité intercentros con siete miembros frente a seis del resto. Pero como le gusta recordar al líder de UGT y presidente del intercentros, Matías Carnero, "el sindicato mayoritario nunca ha firmado un acuerdo en solitario y no lo hará en el nuevo mandato que empieza ahora". Y eso a pesar de que en la fábrica de Martorell ha ampliado su representación y su mayoría que le permitiría imponer el rodillo.
Pero otra consecuencia de estas elecciones es que aumenta la fragmentación del resto de la representación sindical al entrar en juego el nuevo Sindicato de Trabajadores de Seat (STS-USOC) fruto de una escisión traumática de CCOO. El exlíder de CCOO Manolo Gálvez ha encabezado una fuga de expulsados con portazo, al estilo PSOE con Tomás Gómez en Madrid, que han robado votos a Comisiones y un delegado de los cuatro que tenía en el intercentros. CGT mantiene los dos que ya tenía.
Es un panorama que, a priori, no gustará al presidente de Seat, Jürgen Stackmann, ni a la dirección de Volkswagen en Wolsfburg, acostumbrada al sindicato único como interlocutor. Sin embargo, el empeño encomiable de UGT de buscar consenso con el nuevo mapa sindical más fragmentado puede ser complicado en las negociaciones decisivas que tendrá que afrontar el comité intercentros para conseguir la producción de un modelo nuevo del grupo Volkswagen y para un nuevo convenio colectivo que refleje la recuperación de la factoría y la plantilla.
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