En Martorell soplan aires de austeridad. Tras la marcha del galés James Muir con la vuelta al calcetín de Seat sin concluir, el alemán Jürgen Stackmann ha traído consigo la terapia de moda en Europa de la clínica Wolfsburg. "Yo mismo voy a viajar a Londres hoy en un vuelo de Easyjet", dijo Stackmann a un grupo de periodistas para ejemplificar el nuevo espíritu que quiere inculcar hasta el último operario. Pero la cura contra las pérdidas tiene un riesgo: la pérdida de oportunidades.
La nueva filosofía se basa en tres pilares: mejorar la distribución, reducir los costes y sacar más provecho a los mercados centrales de Seat en Europa. Eso equivale a contener las inversiones a lo estrictamente necesario porque la financiera de Seat y accionista, el grupo Volkswagen, ha endurecido su criterio de exposición al riesgo de su filial española.
Con unas pérdidas operativas en los tres primeros trimestres de más de 90 millones, Stackmann parece que ha recibido el mandato de Alemania de cortar las aventuras de Seat. Por eso la marca se concentrará en Europa, Argelia y México y volverá a meter en el cajón los proyectos de entrar y crecer en Europa del este, Asia y Latinoamérica. Desde el punto de vista contable, es una decisión lógica. Pero desde el punto de vista estratégico es arriesgada porque supone renunciar a los mercados que han dado los beneficios a Volkswagen y otros grupos globalizados.
Algo parecido puede suceder con el SUV. Después de dar el visto bueno al desarrollo en el Centro Técnico de Martorell de un todoterreno urbano en el 2011 con el que Seat aspiraba a entrar en un mercado en auge, Volkswagen pone pegas ahora porque duda de su rentabilidad. Precisamente, uno de los factores que pueden contribuir a ello es que Seat llega la última, cuando ya han pasado todos los trenes con destino al segmento de los SUV. Pero nuevamente la marca se puede quedar fuera de un mercado emergente y rentable y convertirse poco a poco en una nueva pequeña Opel asfixiada por la falta de alternativas rentables a la vieja Europa.
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