El nuevo Eje Transversal de Catalunya que llena de orgullo al president
Artur Mas tiene una peculiaridad importante. Ahora que tiene dos
carriles por sentido y equivale a una autovía, sigue siendo una vía
libre de peaje al menos para los usuarios directos. Sin embargo, un
moderno centro de control tiene como principal cometido contar uno a uno
los vehículos que circulan para pasarle la factura a la Generalitat. Es
un ejemplo del perverso peaje en la sombra.
La empresa concesionaria, Cedinsa, de la que son accionistas FCC, Copcisa, Copisa y Comsa-Emte, recibirá en los próximos 33 años una compensación de 9,1 euros por cada coche detectado por las cámaras y de 12,7 euros por cada camión.
Es decir, que el coste de esta infraestructura, de unos 800 millones de euros, más los intereses y el mantenimiento se repartirán entre todos los catalanes, de punta a punta de la comunidad autónoma y aunque ni siquiera tengan coche o carnet de conducir o no circulen nunca por el Eje Transversal de Girona a Lleida.
Es otra muestra de la tajada que sacan los grandes grupos de infraestructuras e inversores de la debilidad de las administraciones para hacer frente a una inversión de esta envergadura, tal como explicábamos en nuestro anterior artículo. Pero la solución es peor que la tradicional y clásica de instalar cabinas de peaje, en las que únicamente pagan los ciudadanos que son realmente usuarios de la vía rápida. Lo contrario es hipocresía y engañar a los ciudadanos haciéndoles creer que esa carretera no tiene peaje.
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